Durante la misa en el séptimo día del Novenario en honor a la Virgen de Caacupé, el cardenal Adalberto Martínez, instó a luchar por la justicia en favor de los pobres, vulnerables, marginados y descartados de nuestra sociedad. También pidió escuchar el clamor de las víctimas de la mafia de los pagarés y buscar caminos de solución para los jubilados municipales.

El primer cardenal paraguayo Adalberto Martínez Flores, arzobispo de Asunción, presidió este jueves la misa del séptimo día de Novenario en honor a la Virgen de Caacupé.
En la misa, realizada ante la presencia del presidente de la República, Santiago Peña, y su comitiva, Adalberto Martínez reflexionó acerca de la práctica de la justicia.
“Como Iglesia somos los primeros llamados a practicar la justicia, por lo mismo, hacemos una mirada hacia adentro. La Iglesia ha sido en la historia de nuestro pueblo una luz que ha orientado, animado y sostenido la vida nacional”, señaló y reconoció que “nadie está libre del pecado”.
“La Iglesia, como comunidad humana guiada por Dios, tiene luces y sombras. Reconocemos humildemente nuestros pecados que nos ha herido profundamente y las consecuencias de las mismas se han visto en el alejamiento de parte del rebaño herido por esos escándalos y pedimos perdón a quienes han sufrido estas injusticias”, se explayó el cardenal.
Igualmente, sostuvo que estamos llamados a denunciar el mal, anunciar la buena noticia y a comprometernos con el bien común. “Este concepto nos ayuda a superar polarizaciones. No existe la Iglesia de ustedes y la Iglesia de nosotros. Somos un solo pueblo de Dios, un solo bautismo, una sola fe”, resaltó.
Practicar la justicia
El arzobispo siguió su sermón instando a practicar y luchar por la justicia en favor de los pobres, vulnerables, marginados y descartados de la sociedad, niños, mujeres, campesinos e indígenas, enfermos graves y sin recursos, que mueren esperando insumos y medicamentos en los hospitales
También, pidió por los jóvenes que pueblan las cárceles del país, muchos de ellos son víctimas de los esquemas criminales, los adictos a las drogas “que con cuerpos y familias destrozadas por el dolor y la impotencia, sin condiciones para su rehabilitación”.
Clamó justicia por los que emigran del campo a la ciudad y viven hacinados, sin servicio público, sin empleo digno, los ancianos abandonados y “otros rostros sufrientes de nuestra sociedad”.
Además, refirió que el año 2026 y los próximos, los obispos del Paraguay se van a dedicar a promover el bien común como un principio fundamental de la doctrina social de la Iglesia, “para que el compromiso con el pobre no quede en asistencialismo, sino en impulsar la conciencia de que toda persona y todos los grupos de nuestra sociedad puedan alcanzar los bienes materiales y espirituales que necesitan para una vida digna, plena y feliz”.
Enfatizó en que “los necesitan justicia social y respeto a sus derechos humanos fundamentales y ya no ser indignamente tratados como receptáculos de moneditas”.
Siguió manifestando que practicar la justicia y la moral es una necesidad para una sociedad sana.
“Estos principios éticos incluyen el respeto por la vida, la verdad, la libertad y la justicia, que son la base para superar la crisis moral y económica actual”, subrayó y añadió que nuestro sistema republicano establece el equilibrio de poderes para asegurar que las decisiones públicas estén orientadas al bien común.
“El fortalecimiento de este equilibrio ayuda a prevenir distorsiones y a promover una gestión honesta y responsable de la cosa pública”, recalcó.
La justicia que no está al alcance de todos
En otro momento de su reflexión, aseveró que puede surgir la impresión de que la justicia no siempre está al alcance de todos, especialmente cuando se cree que depende de influencias o recursos.
“En oración, y deseando que nadie pierda su ciudadanía celestial, hacemos nuestro, el clamor de tantos hermanos y hermanas que viven situaciones de profunda injusticia”, expuso y recordó a los compatriotas víctimas de la mafia de los pagarés, que provocó sufrimiento, dolor e incluso pérdidas irreparables a muchos paraguayos.
“Rogamos para que estas heridas encuentren caminos de verdad y justicia, y para que las víctimas sean escuchadas, acompañadas y reparadas conforme a derecho”, expresó el cardenal.
También, recordó a los jubilados municipales e invitó a las autoridades a “seguir buscando caminos de solución” que hagan justicia a ese sector.
Asimismo, destacó la importancia de una gestión responsable y transparente de los fondos previsionales, incluyendo los del Instituto de Previsión Social (IPS) y que “siempre debe estar orientada al bienestar de los aportantes”.
“No solo es necesario administrar bien, sino también ampliar las oportunidades para que más trabajadores puedan dejar la informalidad y acceder a una jubilación digna. Avanzar hacia un sistema previsional más inclusivo sería un paso significativo en favor de la justicia social y del bienestar de numerosas familias en nuestro país”, consideró.
La corrupción que atenta contra el bien común de la justicia
Monseñor advirtió que la corrupción es la fuente que atenta contra el bien común de la justicia, perjudicando directamente a los más vulnerables.
“Quienes tienen riqueza y poder, lejos de usarlos para corromper el sistema, tienen una responsabilidad moral de combatirla y así crear para los ciudadanos, mismas oportunidades, derechos y obligaciones”, explicó y enfatizó en que practicar la justicia en la vida diaria es un compromiso de todos y no solo de las autoridades.
Alertó que la injusticia y la corrupción no comienzan únicamente en las grandes estructuras, sino en gestos cotidianos, cuando damos o aceptamos coimas, cuando no cumplimos las leyes, cuando buscamos atajos, cuando no pagamos lo que corresponde o cuando tratamos de aprovecharnos de nuestros hermanos.
“Todos contribuimos a construir o debilitar la justicia. Todos tenemos la responsabilidad de practicar la honestidad y la rectitud. Existen signos muy alentadores en todo el país que muestran que Dios sigue actuando en medio de su pueblo”, declaró.
Fuente. UH

