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Competencia al límite: Farmacias y gasolineras pululan en la frontera

El negocio de los medicamentos opera cinco veces por encima sugerido. En Alto Paraná hay un surtidor cada 2.170 personas, muy lejos de la recomendación de una por cada 13 mil habitantes.

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En la región de la Triple Frontera, donde el río Paraná separa Brasil y Paraguay, dos ciudades hermanas, pero distintas viven una paradoja urbana y comercial. En Foz de Yguazú, el mapa urbano parece pintado por cruces rojas con farmacias en cada esquina, mientras en Ciudad del Este, a solo unos metros del Puente de la Amistad, los surtidores de gasolina se repiten con la misma frecuencia. Ambas ciudades se ven afectadas por la proliferación de estos negocios generando competencia y desequilibrio.

Con una población cercana a los 300.000 habitantes, la ciudad Foz cuenta hoy con 197 farmacias. En 2020, eran 136. El salto ha sido vertiginoso, casi un 45% en apenas cinco años. Si se hace la cuenta, hay una farmacia por cada 1.500 vecinos, una proporción alarmante incluso para los estándares del Brasil que lidera el ranking mundial de estos establecimientos.

La saturación no ha pasado desapercibida. El Consejo Federal de Farmacia del país advierte que el número ideal de farmacias para Brasil debería ser de unas 15.000. Actualmente hay más de 80.000, lo que significa que el sistema opera cinco veces por encima de su capacidad sugerida. Aplicando la misma lógica a Foz, la ciudad debería tener unas 50 farmacias, no cuatro veces más.

La razón del auge tiene muchas explicaciones como el envejecimiento de la población, la búsqueda creciente de calidad de vida, el aumento del consumo de medicamentos –en muchos casos, sin receta– y, sobre todo, la facilidad para abrir una farmacia. No se necesita una cadena poderosa ni una inversión muy alta. Basta una estructura mínima, capital y permisos básicos.

Sin embargo, el aparente acceso democratizado a la salud farmacéutica tiene un costo. Las pequeñas farmacias luchan por sobrevivir frente a las grandes cadenas que dominan el mercado con estrategias agresivas con descuentos masivos, marketing sofisticado y ubicación privilegiada. En el centro de Foz no es raro ver una farmacia frente a otra.

SURTIDORES. De este lado, en Ciudad del Este, el fenómeno se da con otro rostro, el de las estaciones de servicio. Alto Paraná tiene 359 estaciones para 780.000 habitantes. Esto se traduce en una proporción de una estación cada 2.170 personas, muy lejos de la recomendación internacional de una por cada 12.000 a 13.000 habitantes.

La situación es particularmente llamativa en CDE, donde muchas estaciones están literalmente una frente a la otra, replicando el modelo observado con las farmacias en Foz. Para los expertos, esto no es solo un caso de competencia feroz sino es una posible burbuja económica, una estructura que podría colapsar bajo su propio peso si la demanda no acompaña el ritmo del crecimiento.

Además de la preocupación económica, surgen preguntas sobre la sostenibilidad ambiental y la seguridad. La concentración de combustibles en zonas urbanas densamente pobladas implica riesgos que van desde accidentes hasta problemas de contaminación. Y aunque Paraguay goza de precios de gasolina históricamente más bajos que Brasil, lo cual atrae a turistas y transportistas brasileños a cargar sus tanques a este lado de la frontera, esto no parece justificar por sí solo tal densidad de estaciones.

La geografía comercial de esta región fronteriza dibuja un curioso espejo. Lo que falta en un lado, sobra en el otro. Mientras CDE no parece tener suficientes farmacias para atender a su población –con solo 120 habilitadas, según estimaciones–, Foz navega en un mar de cruz. Y mientras Foz tiene 58 estaciones, una cifra elevada, pero moderada frente a su población, Ciudad del Este parece verter combustible en cada esquina.

Hay quienes ven en estas proliferaciones una forma de dinamismo económico y accesibilidad a servicios básicos. Otros, más escépticos, hablan de desregulación, especulación y falta de planificación urbana. Lo cierto es que, en esta franja limítrofe donde conviven tres países, tres monedas y múltiples realidades, las farmacias y los surtidores se han convertido en nuevos símbolos de identidad urbana. Y, tal vez, también en señales de advertencia. Porque cuando la competencia deja de ser saludable y se convierte en supervivencia, el mercado se tambalea y con él, los consumidores.

Fuente. UH

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