Ciudad del Este –como era de sospecharse– es el epicentro de la mayor migración laboral del Brasil. Más de 6.200 brasileños cruzan el Puente de la Amistad todos los días para ganarse la vida.

El sol aún no asoma sobre el río Paraná cuando empieza la fila a pie y en automóviles para cruzar el Puente Internacional de la Amistad. Entre las cinco y las siete de la mañana, como cada día, miles de personas atraviesan este paso que une Foz de Yguazú (Brasil) con Ciudad del Este (Paraguay). No van de paseo ni de compras: Van a trabajar.
Según el censo realizado por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el 3,21 % de los trabajadores de Foz de Yguazú tiene su empleo principal en Ciudad del Este, Paraguay. En todo el estado de Paraná, más de 6.200 personas cruzan diariamente las fronteras para ganarse la vida, lo que lo convierte en el estado brasileño con mayor número de trabajadores en el exterior.
El dato, que podría pasar inadvertido entre tantos números del censo, revela una realidad profundamente arraigada en esta región trinacional, aquí, las fronteras se cruzan tanto como se respiran. Lo mismo ocurre desde el lado paraguayo hacía Foz de Yguazú.
Son miles los paraguayos que se movilizan un poco más temprano, entre las 2 y las 3 de la mañana, para trabajar en sectores de la construcción y comercios, sobre todo aquellos que están ubicados cerca del Puente de la Amistad, donde los compristas son mayormente paraguayos, que se surten de alimentos, prendas de vestir, frutas y verduras. Lastimosamente, en el lado paraguayo, no hay cifras oficiales sobre este movimiento obrero.
VIDA ECONÓMICA. El Puente de la Amistad, inaugurado en 1965, es la arteria por donde circula la vida económica de la región. Cada día lo atraviesan más de 40.000 vehículos, entre automóviles, autobuses, motocicletas y camiones. Desde temprano, el tránsito se vuelve una coreografía de bocinas, pasos fronterizos y vendedores ambulantes que ofrecen café o chipas a los conductores.
Para los habitantes de Foz, el cruce forma parte del paisaje. “Trabajo en una tienda de electrónica en Ciudad del Este desde hace cinco años”, cuenta Rafael Ramírez, de 34 años; si bien es brasileño, es hijo de paraguayos que viven en la villa paraguaya de Foz, mientras espera en la fila. “Salgo de casa a las seis, cruzo el puente y llego antes de abrir el local. Es cansador, pero allá hay más oportunidades y el dinero rinde mejor porque cobramos en dólares”, agrega.
Rafael forma parte de esa minoría significativa que desafía las estadísticas nacionales. A diferencia de otros estados brasileños, donde la movilidad laboral ocurre entre municipios, en Foz el trabajo está del otro lado del río Paraná. En el comercio paraguayo, los brasileños son valorados por su dominio del portugués y su capacidad para atender al flujo constante de turistas y compradores que llegan desde Brasil y Argentina.
MÁS NÚMEROS. El IBGE contabiliza que en todo Brasil unas 32.000 personas mantienen vínculos laborales fuera del país. Pero en el caso de Paraná, la frontera no es una excepción, es una rutina. Desde Santa Terezinha de Itaipú hasta Guaíra, los municipios del oeste paranaense conviven con un movimiento constante de personas que cruzan los límites como quien cambia de barrio.
La frontera, lejos de ser una línea divisoria, se comporta como un tejido social y económico. Brasileños, paraguayos y argentinos se entrelazan en un mismo circuito de trabajo, consumo y convivencia. En los mercados, los acentos se confunden; en los cafés se mezclan los idiomas; en las familias se borran las nacionalidades.
No todo es armonía en este ir y venir. La falta de regulaciones laborales uniformes, las diferencias salariales y la inseguridad jurídica afectan a muchos de los trabajadores que cruzan diariamente. Algunos empleos se pagan en efectivo, sin contrato; otros, en guaraníes, lo que obliga a los trabajadores a hacer cálculos diarios para equilibrar sus gastos en reales.
Cuando cae la tarde y el sol se refleja sobre el río Paraná, el flujo se invierte. Los trabajadores regresan a casa. El puente, iluminado, se convierte en una cinta de luces que une dos ciudades, dos economías y dos maneras de sobrevivir. En este rincón del continente, la frontera no separa, sostiene. Foz de Yguazú y Ciudad del Este son, más que vecinas, dos caras de una misma historia de trabajo, resistencia y esperanza.
Y mientras los motores rugen y los pasos se repiten día tras día, miles de vidas siguen cruzando el Puente de la Amistad, demostrando que, al menos aquí, la geografía no tiene límites cuando se trata de buscar un futuro mejor.
Fuente. UH