El tres veces presidente argentino Juan Domingo Perón, de cuya muerte se cumple este lunes medio siglo, es una figura que divide aguas en Argentina, pero cuyo legado ha marcado la historia del país suramericano, con una perdurable influencia política y social.
Juan Domingo Perón (1895-1974), quien gobernó Argentina por dos períodos consecutivos –entre 1946 y 1955– y luego accedió a un tercer mandato, desde octubre de 1973 y hasta su muerte, acaecida el 1 de julio de 1974, es la gran figura política de la Argentina del siglo XX y una de las más relevantes de Latinoamérica.
El movimiento político que lleva su nombre sigue siendo conocido en el mundo entero ocho décadas después de su gestación, pese a que muy pocos puedan –o se atrevan– a definirlo porque en el peronismo conviven, desde su génesis, sectores de izquierda y de derecha.
“El peronismo es un fenómeno político en el que abrevan un sinnúmero de ideas modeladas por el propio Perón. A lo largo de toda su existencia política, Perón definió el peronismo de muchas maneras, desde un justicialismo, un socialismo nacional, un laborismo o un movimiento nacionalista”, dijo a EFE el historiador y politólogo Ignacio López, especialista en historia política argentina del siglo XX.
Según este investigador y profesor universitario, mientras Perón estuvo vivo fue él quien definió lo que era o no ser peronista, buscando así un “equilibrio” en el péndulo ideológico en el que se mueve el peronismo.
En septiembre de 1973, en una conversación con jóvenes, Perón lo dejó claro: no importaba ser de izquierdas o de derechas, porque el peronismo es “un movimiento multifacético que no es sectario ni excluyente»; por tanto, se puede “caminar por distintos caminos, pero siempre tras el mismo objetivo”.
Perón fundó en 1946 el Partido Justicialista (PJ), pero el peronismo excede ampliamente su expresión partidaria. De hecho, tiene una fuerte vertebración corporativista, con organizaciones sociales y poderosos sindicatos agrupados en torno a la Confederación General del Trabajo (GGT, la mayor central obrera de Argentina), y hasta ha cobijado en la década de 1970 a organizaciones armadas, como la guerrilla de Montoneros.
“La versatilidad y el pragmatismo están en el ADN peronista. Perón creía que el peronismo tenía que adaptarse a las circunstancias, nacionales e internacionales. Pero, más allá de esto y de esta cosa pendular de izquierda-derecha, hay en el peronismo líneas de continuidad: La matriz nacionalista y la importancia del movimiento obrero organizado”, sostuvo López.
Estas líneas estaban ya presentes cuando irrumpió su figura. Militar de carrera, Perón se convirtió en una figura central y ascendente dentro del Gobierno de facto surgido tras el golpe del 4 de junio de 1943 contra el entonces presidente, el conservador Ramón Castillo.
En octubre de 1943, asumió como jefe del Departamento Nacional de Trabajo, desde donde empezó a tejer alianzas con el sindicalismo, promoviendo políticas sociales y leyes a favor de los trabajadores.
En octubre de 1945, las reacciones de ciertos sectores al avance sindical y las propias diatribas internas en el ámbito militar catalizaron la salida de Perón del Gobierno de Edelmiro Farrell. Terminó preso y a los pocos días fue liberado en medio de las masivas manifestaciones de apoyo popular del 17 de octubre.
El Gobierno de facto llamó a elecciones y Perón se convirtió en presidente por el voto popular, asumiendo el cargo el 4 de junio de 1946.
Para López, el ascenso de Perón se basa en su “genialidad política” para “leer” el escenario internacional y nacional, ofreciendo representación a “masas trabajadoras excluidas”, pero también a una burguesía industrial nacional, lo que le permitió “generar una coalición multiclasista”.
Según el historiador, a medio siglo de la muerte de el General, la “vigencia” del peronismo tiene que ver “con la fortaleza del propio peronismo, que ha probado ser una alternativa electoral”.
Pero esa vigencia también tiene que ver con el “liderazgo residual de Perón, que se ha encarnado en otros liderazgos muy fuertes”, como el de los presidentes peronistas Carlos Menem (1989-1989), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), y con “el poder de los sindicatos y de las organizaciones sociales que se nutren del discurso peronista y tienen capacidad de movilización y de atracción de votantes”, observa López.
La figura de Perón, que, tras sufrir en 1955 un golpe de Estado, vivió exiliado en varios países hasta su regreso en 1973, aún hoy sigue despertando amores y odios, al igual que el peronismo.
“La construcción identitaria del peronismo se basa en una aspiración unanimista, con un discurso del pueblo versus la oligarquía y una narrativa en la que el peronismo encarna la voluntad del pueblo, que terminó siendo excluyente y provocando polarización. Esto sigue generando debates crispados respecto a la figura de Perón y el peronismo en general”, explica López.
Fuente: UH