El concierto de la cantante colombiana Shakira el pasado 28 y 29 de noviembre dejó a 100.000 fans con un recuerdo que atesorarán por el resto de su vida. Dos noches, un escenario y un show que compaginó tecnología, talento, creatividad y magia.

Once años después de su última visita, Shakira volvió a Paraguay y el país entero volvió a latir al ritmo de una loba que renació más poderosa que nunca.
Los días 28 y 29 de noviembre, 100.000 fans colmaron La Nueva Olla, del barrio Obrero de Asunción, para un espectáculo que quedará tatuado en la memoria colectiva: dos noches, un solo escenario y una artista que convirtió la resiliencia en arte.
Porque lo de Shakira no fue un concierto. Fue un manifiesto sobre cómo transformar las caídas en luces y los golpes en fuego.
Magia en La Nueva Olla: las historias detrás del rugido
Antes de hablar del despliegue monumental del Las mujeres ya no lloran World Tour, hay que mirar al corazón de esas noches: las historias humanas que se escribieron entre los pasillos, las gradas y la multitud, de esas que te hacen creer que la magia (la verdadera) existe.
Una de esas historias tiene nombre, apellido y volante en mano: Verenis Araujo, conductora de plataforma, que llegó al concierto de la forma más inesperada posible.
“Me cayó un viaje el jueves de tres chicos, eran extranjeros. Les mostré un poco Paraguay y veníamos cantando Shakira. Les pregunté si irían al concierto y me dijeron que sí. ‘Qué envidia’, les dije”, relata entre risas. Pero el destino tenía guardado un giro cinematográfico.
Al despedirse, aquellos jóvenes —que parecían simples turistas— le pidieron sus datos. “¿Qué harás el sábado?”, le preguntaron. “Trabajar, como siempre”, respondió ella. Entonces escuchó lo impensado: “Tenés una cita con Shakira”.
Recién entonces se dio cuenta: eran los bailarines y coristas de Shakira. Minutos después, un correo le confirmaba su entrada al show. “Grité, lloré… disfruté algo que parecía imposible”, escribió en redes, aún con la adrenalina en el pecho.
“Un show maravilloso que jamás pensé asistir. El gran arquitecto del universo me premia de vez en cuando”, agregó, agradecida.
E historias como la de ella, hubo miles. Familias que ahorraron durante meses, grupos que viajaron desde Concepción, Coronel Oviedo o Ciudad del Este, parejas que vinieron desde Brasil, Colombia, Argentina, Cuba y Estados Unidos, todos moviendo las caderas con la misma devoción bajo la misma luna.
Un viaje sonoro por 30 años de carrera
Entre visuales de primer nivel, despliegue tecnológico impecable y un ejército de 93 toneladas de equipo, Shakira presentó un setlist de 30 canciones que viajó por tres décadas de hits.
Sonaron Estoy aquí e Inevitable, a TQG, La bicicleta, Ojos así, Chantaje, Acróstico, Las caderas no mienten y el explosivo final con Los 10 mandamientos de las lobas, Loba y la ya histórica BZRP #53, donde miles de billetes con su rostro volaron sobre el estadio.
El público también lloró cuando la artista se detuvo ante Antología para hablarle directamente a Paraguay.
“Gracias por tantos años acompañándome… por hacerme sentir tan querida. Treinta años ya caminando a mi lado. Toda una vida”, expresó.
Se tiene que decir, pausado y con orgullo, que Paraguay la tuvo, bailó y gozó. Un estadio entero contuvo el aliento. Después estalló. La producción: un monstruo técnico nunca antes visto en Paraguay. Shakira no solo volvió: elevó los estándares de lo posible.

La noche en que la Loba volvió a reinar
Shakira fue reconocida recientemente por Billboard como la artista femenina de pop latino más importante de todos los tiempos y galardonada como Global Touring Icon. Y en Paraguay, demostró por qué.
Su voz, su entrega, su vulnerabilidad convertida en fuerza y su baile que no conoce fronteras, su conexión directa con la gente… todo eso confluyó para erigir el concierto más grande en la historia del país.
Fuente. UH

