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“Doctor Strange en el Multiverso de la Locura” refresca el universo Marvel

El director de la trilogía “Spider-Man” vuelve al cine basado en cómics con una enormemente entretenida aventura con muchísima personalidad, emoción e incluso algo de verdadero terror.

“Doctor Strange en el Multiverso de la Locura” refresca el universo Marvel

Una queja frecuente sobre los filmes – y ahora series de TV – del “universo cinematográfico Marvel” es que por lo general sus películas más recientes han ido calcificándose en un “estilo de la casa” muy rígido en lo visual y lo narrativo que, aunque produce películas por lo general al menos decentes, suele ahogar las voces creativas de los directores – a menudo gente de alto prestigio, pero poca experiencia en cine de alto presupuesto – que Marvel pone al frente de estos grandes proyectos.

Cate Shortland, Destin Daniel Cretton, Jon Watts e incluso la ganadora del Óscar Chloé Zhao han caído víctimas de la influencia homogenizadora del “universo Marvel” de una forma que que no se vio en el trabajo de los directores de las primeras películas de esta serie de filmes como Kenneth Branagh en Thor o Joe Johnston en la primera Capitán América, películas estrenadas cuando todo esto era aún un gran experimento.

El Marvel Studios de ahora no es el mismo que el de 2011, y aunque ha habido películas en las que la voz y el estilo de su director salen claramente a relieve – elIron Man 3 de Shane Black, las dos Guardianes de la Galaxia de James Gunn, hasta cierto punto el Thor: Ragnarok de Taika Waititi –, a uno no se le puede culpar por temer que la gran maquinaria de Marvel pudiera esterilizar incluso a un cineasta tan expresivo como el gran Sam Raimi.

La historia

En su segunda película individual, que lleva el entrañable subtítulo de Multiverso de la Locura, el doctor Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) se ve obligado a recorrer varias dimensiones para intentar mantener a salvo a America Chavez (Xochitl Gomez) una adolescente capaz de viajar entre universos paralelos que está siendo perseguida nada menos que por Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), corrompida por un siniestro poder que la transformó en la temible Bruja Escarlata.

Sobreviviendo al “universo Marvel”

Tener que hacer malabares con un montón de tramas y personajes de varias películas anteriores es algo que ha comenzado a pesar mucho sobre las producciones más nuevas del “universo Marvel”, y la nueva Doctor Strange afortunadamente logra un elegante balance entre honrar las contribuciones de otras películas o series como WandaVision – e incluso esa antología animada What If? – sin dejar que los cameos y la interconectividad se conviertan en la razón de ser de la película.

Raimi y su guionista Michael Waldron crean una película que se sostiene sola todo lo posible, una experiencia muy similar a agarrar un tomo cualquiera de un cómic y recibir una historia completa que se enmarca dentro de una narrativa más larga. Obviamente hacer un filme dentro del “universo Marvel” que sea totalmente independiente del resto de la metanarrativa a estas alturas es imposible, pero al menos esta no requiere una maratón previa y haber visto todos los episodios de WandaVision para seguirle el paso.

Alguien describió al filme como la primera película del universo Marvel en mucho tiempo que no parece desesperada por hacerse gustar por el público, y resulta difícil hacer una descripción más perfectamente concisa.

Marvel Studios parecía haberse vuelto adicto a las grandes reacciones, a esos vídeos filmados en salas de cine donde el público estalla en aplausos y gritos cuando tal o cual personaje querido hacía su aparición en Avengers: Endgame. En Spider-Man: Sin camino a casa el “fan service” era el punto central del filme, pero en la nueva Doctor Strange es lo que siempre debería ser: un aderezo, un guiño y un codazo juguetón para los fans más dedicados pero que no deja a la deriva al resto del público más casual.

Acoplándose a la estructura del universo Marvel sin dejar que eso lo encadene, Raimi adorna la película con todas las particularidades visuales que uno esperaría de él, con el dinamismo de su cámara, su experiencia ganada con efectos digitales en tres películas de Spider-Man que le permite crear escenas de acción interesantes y creativas; y un encanto de película de terror de clase B que siempre exhibe las raíces del director.

El amor de Raimi por el cine de terror sale a relucir clarísimamente en la mayoría de las escenas centradas en Wanda, cuya versión “Bruja Escarlata” fácilmente podría haber salido directamente de Evil Dead 2 o Army of Darkness, y los momentos de acción de la película incluyen alguno que otro instante de inesperada crudeza matizada con humor negro que sin duda deleitará a los seguidores de larga data del director.

Pero no solo en lo visual y lo estético la película se siente bien propia de Raimi, sino también en la forma de contar la historia. La empatía y fascinación con la que el filme trata a Strange y a Wanda, la sinceridad tonal de un filme que no tiene reparos en ser abiertamente emocional, torpemente cómico, melodramático y telenovelescamente romántico sin diluirlo con chistecitos irónicos dejan bien en claro que sí, esta es una película del director que terminó Spider-Man 2 con una novia abandonando su boda y corriendo por Nueva York en su vestido de casamiento para buscar al amor de su vida, o el que puso un montaje de baile y una escena en un club de jazz en Spider-Man 3.

Aunque por largos trechos la película relega esos interesantes desarrollos internos de sus personajes en favor de su compleja trama de multiversos y libros místicos, lo que pasa en las mentes y corazones de los personajes – la infelicidad de Strange ante una existencia de gran poder y consecuente responsabilidad que le costaron amor y amistad, o el dolor de Wanda corrompido en la forma de un poder apocalíptico – son la columna vertebral de la película, y por eso se para erguida a pesar del peso de tanto diálogo expositorio.

Benedict Cumberbatch – quien está en una gran racha – aprovecha la oportunidad de volver a interpretar a Strange como protagonista y brilla como un hombre cuya fanfarronería esconde vulnerabilidad, y Elizabeth Olsen es espectacular al hacer creíble a Wanda tanto como una víctima trágica y un demonio terrorífico.

La joven revelación Xochitl Gomez muestra promesa y carisma, y el vasto talento de Rachel McAdams es, para variar, aprovechado bastante bien con un rol más extendido para Christine Palmer luego de haber sido relegada a un rol bastante escueto en la primera Strange. Y Benedict Wong sigue elevando cada película de este universo en la que está solo por virtud de su presencia.

Doctor Strange en el Multiverso de la Locura es un ejemplo más de lo buenas que estas películas pueden ser cuando se las pone a cargo de alguien con una voz única y una visión definida, y se los deja hacer la película en vez de encasillarlos en un estilo preestablecido.

Fuente. Abc Color

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